Como parte de la lucha contra el terrorismo después de los atentados de 2001, Washington comenzó a escrutar escrupulosamente los datos bancarios de millones de personas a través de la vigilancia de las transferencias internacionales. A través del servidor en EEUU de la multinacional SWIFT, empresa que domina el sector, la Administración de George Bush accedió desde entonces libremente a una base de datos que registra aproximadamente 15 millones de transferencias internacionales al día.
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